Un día, a la salida de la sinagoga, pidió a Dios poder ver el cielo y el infierno. Dios vio la desazón que tenía el judío, profesor de la Ley, y le concedió lo que pedía.
-Pero será tu guía el espíritu de quien en vida fuera el Profeta Elías.
El espíritu del Profeta se presentó al rabino y le dijo:
-Sígueme.
Primero lo condujo a un lugar grande que en el centro tenía un enorme fuego. Encima del fuego había una olla muy grande encima de brasas, con una comida exquisita. Alrededor del fuego había mucha gente sentada. Tenían en las manos unas cucharas largas, muy largas, con las que querían sacar la comida de la olla. La gente estaba pálida, flaca, con mal aspecto. Como el mango de la cuchara era tan largo, no podían llevarse a la boca una comida tan buena como la que estaba conquistándoles el olfato.
Tras contemplar aquella triste situación, el profeta Ellas y el rabino salieron fuera de la estancia.
- Qué lugar tan extraño es éste -comentó el rabino.
* Es el infierno -contestó el profeta.
Después, Elías condujo al rabino a una segunda estancia, en la que todo estaba exactamente igual que en la primera. En el centro de la habitación ardía el fuego y se cocinaba comida exquisita en una gran olla. Alrededor estaba sentada mucha gente con cucharas largas en las manos. Pero esa gente estaba nutrida, se les veía sanos y felices. No intentaban alimentarse a sí mismos, sino que utilizaban las largas cucharas para darse de comer unos a otros.
* Esta habitación es el cielo -dijo el profeta Elías.
El rabino, despacio y con la voz llena de emoción, dijo:
- Se dan de comer unos a otros.
Terminada su misión, el profeta Elías se despidió del rabino. Este, cuando llegó a su casa, abrió un armario, sacó un voluminoso cuaderno, buscó en él la primera página que no estaba escrita y anotó:
"Cuando entendemos que solo nos ayuda el compartir, empezamos a tener el Cielo.".
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En este cuento se nos invita a saber discernir que aprendizaje traen las actitudes, ya que generan unas emociones, que son las que nos alimentan y a raiz de ello, es lo que compartimos con los demás. Y nos llevan a crear una realidad donde todos podamos ser felices o desgraciados dependiendo de aquello que sintamos por dentro, porque será lo que compartamos fuera de nosotros/as.
Si bendices tus emociones y sus aprendizajes, te harán sabio/a.
En este cuento esta la enseñanza del sello de la Luna del Tzolkin.
Te agradezco la difusión de este blog y de su contenido entre tus conocidos. ¡Gracias!.
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