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23/4/18

CUENTO "LOS CISNES" con vídeo

Una bandada de cisnes volaba de las tierras frías a los países cálidos. Volaba sobre el mar. Llevaba ya volando dos días con sus noches sobre el mar, sin descanso alguno. En el cielo lucía la luna llena, y los cisnes veían lejos, muy abajo, el agua azul. Todos los cisnes estaban cansados de batir sus alas, pero no se detenían y seguían volando. Delante volaban los cisnes viejos, los cisnes fuertes, y detrás volaban los más jóvenes y débiles. Un joven cisne volaba detrás de todos. Sus fuerzas se agotaban. Batió las alas y vio que no podía seguir volando. Entonces, extendió las alas y planeó abajo. Cada vez estaba más cerca del agua, y sus hermanos blanqueaban a cada instante más lejos, envueltos en la luz de la luna.

El cisne se posó en el agua y plegó sus alas. El mar oscilaba bajo él y lo mecía. La bandada de cisnes era ya una rayita blanca en el claro cielo. Y en medio del silencio se oía apenas el batir de sus alas. Cuando la bandada se hubo perdido de vista, el cisne torció atrás el cuello y cerró los ojos. No se movía, pero el mar, alzándose y bajando en anchas ondas, lo alzaba y bajaba con él. Poco antes del amanecer, una ligera brisa rizó el mar. Y el agua acariciaba el blanco pecho del cisne. El cisne abrió los ojos. En Oriente la aurora teñía de rosa el cielo, y la luna y las estrellas habían palidecido. El cisne aspiró profundamente, estiró el cuello, batió las alas, despegó del agua y echó a volar, rozando con sus plumas la superficie del mar. Iba ascendiendo más y más, y, cuando el agua estaba ya lejos, debajo de él, voló adelante, en dirección de los países cálidos. Volaba solo sobre las enigmáticas aguas hacia adonde habían volado sus hermanos.



Desde mi verdad y con todo mi respeto este cuento nos habla de independencia cuándo sentimos que hemos de abandonar al grupo para cuidarnos. Sabe que puede hacerlo, porque lidera su propia vida, porque entendió que puede soltar la guía de su predecesor porque aunque está cansado siente dentro de si la fortaleza más que suficiente para volver a alzar el vuelo en solitario y aunque sabe que hay riesgos, su propia intuición le guía a alcanzar el objetivo. 

En este cuento está la enseñanza de la energía del sello del Águila del Tzolkin (calendario 13 lunas).

Desde el Tolzkin en todo este año 2018, estaremos influenciados por la energía de transformación creativa de la noche, sino leíste el cuento de esta energía aquí te dejo el enlace para que lo leas (pincha aquí para leerlo)

Desde mi verdad y con todo mi amor y respeto. 

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FUENTES
AUTOR: Leon Tolstói

3/4/18

CUENTO "EL AGUILA" con vídeo

Un águila hizo su nido junto a una carretera-, lejos del mar, y allí nacieron sus aguiluchos.
Un día en que un grupo de gente trabajaba cerca del árbol, el águila llegó al nido llevando en sus garras un gran pescado. La gente, al ver el pescado, rodeó el árbol y se puso a dar gritos y arrojar piedras al águila.
El águila dejó caer el pescado, y la gente lo levantó y se marchó.
El águila se posó en el borde del nido, y los aguiluchos levantaban sus cabezas y pedían lastimeramente de comer.
El águila estaba cansada y no podía volar otra vez al mar; se metió en el nido, cubrió a los aguiluchos con sus alas, los acariciaba, alisándoles las plumaritas, y parecía pedirles que esperaran un poco. Pero cuanto más los acariciaba, más fuerte se quejaban los aguiluchos.
Entonces, el águila salió del nido y se posó en la rama más alta del árbol.
Los aguiluchos redoblaron sus quejas.
El águila dejó escapar un fuerte grito, extendió las alas y voló pesadamente en dirección al mar.
Regresó muy avanzada la tarde; volaba despacio y bajo, y en sus garras llevaba otra vez un gran pescado.
Cuando se acercaba al árbol, el águila miró en torno para ver si había gente cerca, y, al no descubrir a nadie, plegó rápidamente las alas y se posó en el borde del nido.

Los aguiluchos levantaron la cabeza y abrieron la boca, y el águila despedazó el pescado y les dio de comer.



Este cuento nos habla de la falta de respeto de los humanos hacia el reino animal. Los animales viven en el día día sin acaparar, sin destrozar la naturaleza para un beneficio propio. Y a esta Águila cansada y con obligaciones cómo madre, la situación la lleva a buscar llevar los frutos de su trabajo a sus crías con perspicacia, viendo al humano cómo un enemigo que quiere impedir que sus crías vivan. Recobra las fuerzas acariciando y consolado a los pollo los que pian de hambre para coger fuerzas y atravesar su estado físico para volver victoriosa y cumplir con su cometido como madre. Si encontramos de fondo el reino animal no se enzarza en venganzas, porque está fuera de su programa devolver mal por mal. Ellos viven y dejan vivir. 

En este cuento está la enseñanza de la energía del sello del Águila Tzolkin (calendario 13 lunas).

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Desde mi verdad y con todo mi amor y respeto. 

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FUENTES
AUTOR: Leon Tolstói

14/3/18

CUENTO "AMOR CIEGO" y......

Tengo cuarenta años, soy muy fea y estoy casada con un ciego.
Supongo que algunos se reirán al leer esto; no sé por qué, pero la fealdad en la mujer suele despertar gran chirigota. 
A otros la frase les parecerá incluso romántica: tal vez les traiga memorias de la infancia, de cuando los cuentos nos hablaban de la hermosura oculta de las almas. Y así, los sapos se convertían en príncipes al calor de nuestros besos, la Bella se enamoraba de la Bestia, el Patito Feo guardaba en su interior un deslumbrante cisne y hasta el monstruo del doctor Frankenstein era apreciado en toda su dulce humanidad por el invidente que no se asustaba de su aspecto. 
La ceguera, en fin, podía ser la llave hacia la auténtica belleza: sin ver, Homero veía más que los demás mortales. Y yo, fea de solemnidad, horrorosa del todo, podría haber encontrado en mi marido ciego al hombre sustancial capaz de adorar mis virtudes profundas.

Pues bien, todo eso es pura filfa. En primer lugar, si eres tan fea como yo lo soy, fea hasta el frenesí, hasta lo admirable, hasta el punto de interrumpir las conversaciones de los bares cuando entro (tengo dos ojitos como dos botones a ambos lados de una vasta cabezota; el pelo color rata, tan escaso que deja entrever la línea gris del cráneo; la boca sin labios, diminuta, con unos dientecillos afilados de tiburón pequeño, y la nariz aplastada, como de púgil), nadie deposita nunca en ti, eso puedo jurarlo, el deseo y la voluntad de creer que tu interior es bello. De modo que en realidad nadie te ama nunca, porque el amor es justamente eso: un espasmo de nuestra imaginación por el cual creemos reconocer en el otro al príncipe azul o la princesa rosa. 
Escogemos al prójimo como quien escoge una percha, y sobre ella colgamos el invento de nuestros sueños. Y da la maldita casualidad de que la gente siempre tiende a buscar perchas bonitas. Da la cochina casualidad de que a las niñas lindas, por muy necias que sean, siempre se les intuye un interior emocionante. Mientras que nadie se molesta en suponer un alma hermosa en una mujer canija y cabezota con los ojos demasiado separados. A veces esta certidumbre que acompaña mi fealdad escuece como una herida abierta: no es que no me vean, es que no me imaginan.
En cuanto a mi marido, sin duda se casó conmigo porque es ciego. Pero no porque su defecto le hubiera enriquecido con una mayor sintonía espiritual, con una sensibilidad superior para amarme y entenderme, sino porque su incapacidad le colocaba en desventaja en el competitivo mercado conyugal. Él siempre supo que soy horrorosa, y eso siempre le resultó mortificante. Al principio no nos llevábamos tan mal: es listo, es capaz (trabaja como directivo de la ONCE) y cuando nos casamos, hace ya siete años, incluso fue dulce en ocasiones. Pero estaba convencido de haber tenido que cargar con una fea notoria por el simple hecho de ser invidente, y ese pensamiento se le pudrió dentro y le llenó de furia y de rencor. Yo también sabía que había cargado con un ciego porque soy medio monstrua, pero la situación nunca me sacó de quicio como a él, no sé bien por qué. Tal vez sea cosa de mi sexo, del tradicional masoquismo femenino que nos hace aguantar lo inaguantable bajo el espejismo de un final feliz; o tal vez sea que él, en la opacidad de su mirada, dejó desbocar su imaginación y me creyó aún más horrenda de lo que en realidad soy, la Fealdad Suprema, la Fealdad Absoluta e Insufrible retumbando de una manera ensordecedora en la oscuridad de su cerebro.
A decir verdad, con el tiempo yo me había ido acostumbrando o quizá resignando a lo que soy. Me tengo por una mujer inteligente, culta, profesionalmente competente. Soy abogada y miembro asociado en una compañía de seguros. Sé lo que mis compañeros dicen de mí a mis espaldas, las burlas, las bromas, los apodos: señora Quitahipos, la Ogra Mayor… 
Pero he tenido una carrera meteórica: que se fastidien. Empecé en el mundo de las pólizas desde abajo, como vendedora a domicilio. Con mi cara, nadie se atrevía a cerrarme la puerta en las narices: unos por conmiseración, como quien se reprime de maltratar al jorobado o al paralítico; y otros por fascinación, atrapados en la morbosa contemplación de un rostro tan difícil. Estos últimos eran mis mejores clientes; yo hablaba y hablaba mientras ellos me escrutaban mesmerizados, absortos en mis ojos pitarrosos (produzco más legañas que el ciudadano medio), y al final siempre firmaban el contrato sin discutir: la pura culpa que los corroía, culpa de mirarme y de disfrutarlo. Como si se hubieran permitido un placer prohibido, como si la fealdad fuera algo obsceno, 0 sea que el ser así me ayudó de algún modo en mi carrera.
Además de las virtudes ya mencionadas, tengo una comprensible mala leche que, bien manejada, pasa por ser un sentido del humor agudo y negro. De manera que suelo caer bien a la gente y tengo amigos. Siempre los tuve. Buenos amigos que me contaban, con los ojos en blanco, cuánto amaban a la tonta de turno sólo porque era mona. Pero este comportamiento lamentable es consustancial a los humanos: a decir verdad, incluso yo misma lo he practicado. Yo también he sentido temblar mi corazón ante un rostro hermoso, unas espaldas anchas, unas breves caderas. Y lo que más me fastidia no es que los hombres guapos me parezcan fisicamente atractivos (esto sería una simple constatación objetiva), sino que al instante creo intuir en ellos los más delicados valores morales y psíquicos. El que un abdomen musculoso o unos labios sensuales te hagan deducir inmediatamente que su propietario es un ser delicado, caballeroso, generoso, tierno, valiente e inteligente, me resulta uno de los más grandes y estúpidos enigmas de la creación. Mi marido tiene un abdomen de atleta, unos buenos labios. Pero me besó con ellos y no me convertí en princesa, no dejé de ser sapo. Y él, en quien imaginé todo tipo de virtudes, se fue revelando como un ser violento y amargado.
No tengo espejos en mi casa. Mi marido no los necesita y yo los odio. Sí hay espejos, claro, en los servicios del despacho; y normalmente me lavo las manos con la cabeza gacha. He aprendido a mirarme sin verme en los cristales de las ventanas, en los escaparates de las tiendas, en los retrovisores de los coches, en los ojos de los demás. Vivimos en una sociedad llena de reflejos: a poco que te descuidas, en cualquier esquina te asalta tu propia imagen. En estas circunstancias, yo hice lo posible por olvidarme de mí. No me las apañaba del todo mal. Tenía un buen trabajo, buenos amigos, libros que leer, películas que ver. En cuanto a mi marido, nos odiábamos tranquilamente. La vida transcurría así, fría, lenta y tenaz como un río de mercurio. Sólo a veces, en algún atardecer particularmente hermoso, se me llenaba la garganta de una congoja insoportable, del dolor de todas las palabras nunca dichas, de toda la belleza nunca compartida, de todo el deseo de amor nunca puesto en práctica. Entonces mi mente se decía: jamás, jamás, jamás. Y en cada jamás me quería morir. Pero luego esas turbaciones agudas se pasaban, de la misma manera que se pasa un ataque de tos, uno de esos ataques furiosos que te ponen al borde de la asfixia, para desaparecer instantes después sin dejar más recuerdo que una carraspera y una furtiva lágrima. Además, sé bien que incluso a los guapos les entran ganas de morirse algunas veces.
Hace unos cuantos meses, sin embargo, empecé a sentir una rara inquietud. Era como si me encontrara en la antesala del dentista, y me hubiera llegado el turno, y estuviera esperando a que en cualquier momento se abriera la fatídica puerta y apareciera la enfermera diciendo: “Pase usted” (el símil viene al caso porque me sangran las encías y mis dientecillos de tiburón pequeño siempre me han planteado muchos problemas). Le hablé un día a Tomás de esta tribulación y esta congoja, y él dictaminó: 
“Ésa es la crisis de los cuarenta”. 
Tal vez fuera eso, tal vez no. El caso es que a menudo me ponía a llorar por las noches sin ton ni son, y empecé a pensar que tenía que separarme de mi marido. No sólo me sentía fea, sino enferma.
Tomás era el auditor. Venía de Barcelona, tenía 36 años, era bajito y atractivo y, para colmo, se acababa de divorciar. Su llegada revolucionó la oficina: era el más joven, el más guapo. Mi linda secretaria (que se llama Linda) perdió enseguida las entendederas por él. Empezó a quedarse en blanco durante horas, contemplando la esquina de la habitación con fijeza de autista. Se le caían los papeles, traspapelaba los contratos y dejaba las frases a medio musitar. Cuando Tomás aparecía por mi despacho, sus mejillas enrojecían violentamente y no atinaba a decir ni una palabra. Pero se ponía en pie y recorría atolondradamente la habitación de acá para allá, mostrando su palmito y meneando las bonitas caderas, la muy perra (toda bella, por muy tonta o tímida que sea, posee una formidable intuición de su belleza, una habilidad innata para lucirse). Yo asistía al espectáculo con curiosidad y cierto inevitable desagrado. No había dejado de advertir que Tomás venía mucho a vernos; primero con excusas relativas a su trabajo, después ya abiertamente, como si tan sólo quisiera charlar un ratito conmigo. A mí no me engañaba, por supuesto: estaba convencida de que Linda y él acabarían enroscados, desplomados el uno en el otro por la inevitable fuerza de gravedad de la guapeza.
Y eso me fastidiaba un poco, he de reconocerlo. Lo cual era un sentimiento absurdo, porque nunca aspiré a nada con Tomás. Sí, era sensible a sus dientes blancos y a sus ojos azules maliciosos y a los cortos rízos que se le amontonaban sobre el recio cogote y a sus manos esbeltas de dedos largos y al lunar en la comisura izquierda de su boca y a los dos pelillos que asomaban por la borda de la camisa cuando se aflojaba la corbata y a sus sólidas nalgas y al antebrazo musculoso que un día toqué inadvertidamente y a su olor de hombre y a sus ojeras y a sus orejas y a la anchura de sus muñecas e incluso a la ternura de su calva incipiente (como verán, me fijaba en él); era sensible a sus encantos, digo, pero nunca se me ocurrió la desmesura de creerle a mi alcance. Los feos feísimos somos como aquellos pobres que pueden admirar la belleza de un Rolls Royce aun a sabiendas de que nunca se van a subir en un automóvil semejante. Los feos feísimos somos como los mendigos de Dickens, que aplastaban las narices en las ventanas de las casas felices para atisbar el fulgor de la vida ajena. Ya sé que me estoy poniendo melodramática: antes no me permitía jamás la autoconmiseración y ahora desbordo. Debo de haberme perdonado. 0 quizá sea lo de la crisis de los cuarenta.
El caso es que un día Linda me pidió por favor, por favor, por favor que la ayudara. Quería que yo le diera mi opinión sobre el señor Vidaurra (o sea, sobre Tomás); porque como yo era tan buena psicóloga y tan sabia, y como Vidaurra venía tan a menudo a mi despacho. .. No necesité pedirle que se explicara: me bastó con poner una discreta cara de atención para que Linda volcase su corazón sobre la plaza pública. Ah, estaba muy enamoriscada de Tomás, y pensaba que a él le sucedía algo parecido; pero el hombre debía de ser muy indeciso o muy tímido y no había manera de que la cosa funcionara. Y qué cómo veía yo la situación y qué le aconsejaba…
Tal vez piensen ustedes que ésta es una conversación insólita entre una secretaria y su jefa (recuerden que yo tengo que ganarme amigos de otro modo: y un método muy eficaz es saber escuchar), pero aún les va a parecer más rara mi respuesta. Porque le dije que sí, que estaba claro que a Tomás le gustaba; que lo que tenía que hacer era escribirle una carta de amor, una carta bonita; y que, como sabía que ella no se las apañaba bien con lo literario, estaba dispuesta a redactarle la carta yo misma. ¿Que cómo se me ocurrió tal barbaridad? Pues no sé, ya he dicho que soy leída y culta e incluso sensible bajo mi cabezota. Y pensé en el Cyrano y en probar a enamorar a un hombre con mis palabras. Quién sabe, quizá después de todo pudiera paladear siquiera un bocado de la gloria romántica. Quizá al cabo de los años Linda le dijera que fui yo. Así que me pasé dos días escribiendo tres folios hermosos; y luego Linda los copió con su letra y se los dio.
Eso fue un jueves. 
El viernes Tomás no vino, y el sábado por la tarde me llamó a mi casa: perdona que te moleste en fin de semana, ayer estuve enfermo, tengo que hacerte una consulta urgente de trabajo, me gustaría ir a verte. 
Era a principios de verano y mi marido estaba escuchando música sentado en la terraza. Ese día no nos hablábamos, no recuerdo ya por qué; le fui a decir que venía un compañero del trabajo y no se dignó contestarme. Yo tengo una voz bonita; tengo una voz rica y redonda, digna de otra garganta y otro cuello. Pero cuando me enfadaba con mi marido, cuando nos esforzábamos en odiarnos todo el día, el tono se me ponía pitudo y desagradable. Hasta eso me arrebataba por entonces el ciego: me robaba mí voz, mi único tesoro.
Así que cuando llegó Tomás yo no hacía más que carraspear. Nos sentamos en el sofá de la sala, saqué café y pastas, hablamos de un par de naderías. Al cabo me dijo que Linda le había mandado una carta muy especial y que no sabía qué hacer, que me pedía consejo. Yo me esponjé de orgullo, descrucé las piernas, tosí un poco, me limpié una legaña disimuladamente con la punta de la servilleta. ¿Una carta muy especial?, repetí con rico paladeo. Sí, dijo él, una carta de amor, algo muy embarazoso, una niñería, si vieras la pobre qué cosas decía, tan adolescentes, tan cursis, tan idiotas; pero es que la pobre Linda tiene la mentalidad de una cría, es una inocente, una panoli, no toda una mujer, como tú eres.
Me quedé sin aliento: ¿mi carta una niñería? Enrojecí: cómo no me había imaginado que esto iba a pasar, cómo no me había dado cuenta antes, medio monstrua de mí, tan poco vivida en ese registro, tan poco amante, tan poco amada, virginal aún de corazón. La carta me había delatado, había desvelado mi inmadurez y mi ridícula tragedia: porque el dolor de amor suele resultar ridículo ante los ojos de los demás.
Pero no. Tomás no sabía que fui yo, Tomás no me creía capaz de una puerilidad de tal calibre, Tomás me había puesto una mano sobre el muslo y sonreía. Repito: Tomás me había puesto una mano sobre el muslo.
Y sonreía, mirándome a los ojos como nunca soñé con ser mirada. Su mano era seca, tibia, suave. La mantenía abierta, con la palma hacia abajo, su carne sobre mi carne toda quieta. O más bien su carne sobre mis medias de farmacia contra las varices (aunque eran unas medias bastante bonitas, pese a todo). Entonces Tomás lanzó una Ojeada al balcón: allí, al otro lado del cristal, pero apenas a cuatro metros de distancia, estaba mi marido de frente hacia nosotros, contemplándonos fijamente con sus ojos vacíos. Sin dejar de mirarle, Tomás arrastró suavemente su mano hacia arriba: la punta de sus dedos se metió por debajo del ruedo de mi falda. Yo era una tierra inexplorada de carne sensible. Me sorprendió descubrir el ignorado protagonismo de mis ingles, la furia de mi abdomen, la extrema voracidad de mi cintura. Por no hablar de esas suaves cavernas en donde todas las mujeres somos iguales (allí yo no era fea).
Hicimos el amor en el sofá, en silencio, sorbiendo los jadeos entre dientes. Sé bien que gran parte de su excitación residía en la presencia de mi marido, en sus ojos que nos veían sin ver, en el peligro y la perversidad de la situación. Todas las demás veces, porque hubo muchas otras, Tomás siempre buscó que cayera sobre nosotros esa mirada ciega; y cuando me ensartaba se volvía hacia él, hacia mi marido, y le contemplaba con cara de loco (el placer es así, te pone una expresión exorbitada). De modo que en sus brazos yo pasé en un santiamén de ser casi una virgen a ser considerablemente depravada. A gozar de la morbosa paradoja de un mirón que no mira.
Pero a decir verdad lo que a mí más me encendía no era la presencia de mi marido, sino la de mi amante. La palabra amante viene de amar, es el sujeto de la acción, aquel que ama y que desea; y lo asombroso, lo soberbio, lo inconcebible, es que al fin era yo el objeto de ese verbo extranjero, de esa palabra ajena en mi existencia. Yo era la amada y la deseada, yo la reina de esos instantes de obcecación y gloria, yo la dueña, durante la eternidad de unos minutos, de los dientes blancos de Tomás y de sus Ojos azules maliciosos y de los cortos nizos que se le amontonaban sobre el recio cogote y de sus manos esbeltas de dedos largos y del lunar en la comisura izquierda de su boca y de los dos pelillos que asomaban por la borda de la camisa cuando se aflojaba la corbata (cuando yo se la arrancaba) y de sus sólidas nalgas y del antebrazo musculoso y de su olor de hombre y de sus ojeras y sus orejas y la anchura de sus muñecas e incluso de la ternura de su calva incipiente. Todo mío.
Pasaron las semanas y nosotros nos seguimos amando día tras día mientras mi marido escuchaba su concierto vespertino en la terraza. Al fin Tomás terminó su auditoria y tuvo que regresar a Barcelona. Nos despedimos una tarde con una intensidad carnal rayana en lo feroz, y luego, ya en la puerta, Tomás acarició mis insípidas mejillas y dijo que me echaría de menos. Y yo sé que es verdad. Así que derramé unas cuantas lágrimas y alguna que otra legaña mientras le veía bajar las escaleras, más por entusiasmo melodramático ante la escena que por un dolor auténtico ante su pérdida. Porque sé bien que la belleza es forzosamente efímera, y que teníamos que acabar antes o después con nuestra relación para que se mantuviera siempre hermosa. Aparte de que se acercaba el otoño y después vendría el invierno y mi marido ya no podría seguir saliendo a la terraza: y siempre sospeché que, sin su mirada, Tomás no me vería.
Tal vez piensen que soy una criatura patética, lo cual no me importa lo más mínimo: es un prejuicio de ignorantes al que ya estoy acostumbrada. Tal vez crean que mi historia de amor con Tomás no fue hermosa, sino sórdida y siniestra. Pero yo no veo ninguna diferencia entre nuestra pasion y la de los demás. ¿Que Tomás necesitaba para amarme la presencia fantasmal de mi marido? Desde luego; pero ¿no acarrean también los demás sus propios y secretos fantasmas a la cama? ¿Con quién nos acostamos todos nosotros cuando nos acostamos con nuestra pareja? Admito, por lo tanto, que Tomás me imagino; pero lo mismo hizo Romeo al imaginar a su Julieta. Nunca podré agradecerle lo bastante a Tomás que se tomara el trabajo de inventarme.
Desde esta historia clandestina, mi vida conyugal marcha mucho mejor. Supongo que mi marido intuyó algo: mientras vino Tomás siguió saliendo cada tarde a la terraza, aunque el verano avanzaba y en el balcón hacía un calor achicharrante; y allí permanecía, congestionado y sudoroso, mientras mi amante y yo nos devorábamos. Ahora mi marido está moreno y guapo de ese sol implacable del balcón; y me trata con deferencia, con interés, con coquetería, como si el deseo del otro (seguro que lo sabe, seguro que lo supo) hubiera encendido su propio deseo y el convencimiento de que yo valgo algo, y de que, por lo tanto, también lo vale él. Y como se siente valioso y piensa que vale la pena quererme, yo he empezado a apreciar mí propia valía y por lo tanto a valorarlo a él. No sé si me siguen: es un juego de espejos. Pero me parece que he desatado un viejo nudo.
Ahora sigo siendo igual de medio monstrua, pero tengo recuerdos, memorias de la belleza que me amansan. Además, ya no se me crispa el tono casi nunca, de modo que puedo alardear de mi buena voz: el mejor atributo para que mi ciego me disfrute. ¿Quién habló de perversión? Cuando me encontraba reflejada en los Ojos de Tomás, cuando me veía construida en su deseo, yo era por completo inocente. Porque uno siempre es inocente cuando ama, siempre regresa a la misma edad emocional, al umbral de la eterna adolescencia. Pura y hermosa fui porque deseé y me desearon. El amor es una mentira, pero funciona.

Este cuento nos habla del amor y de que no entiende de la belleza social sino de apreciar la belleza más allá de la imagen de nuestro cuerpo. Cuando somos maduros vemos a las personas en todo su florecimiento y nos entregamos conscientemente a la pasión para disfrutar de la vida y de esa compañía sin importarnos las circunstancias.

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FUENTES
AUTORA: Rosa Montero

22/2/18

CUENTO "EL PAQUETE DE AGUA"

En algunas sociedades africanas era costumbre no comunicar nuevos conocimientos a un niño antes de haberle contado un cuento o haberle propuesto una adivinanza. Según cuales fueran las reacciones del niño se juzgaba si su nivel intelectual era suficiente para recibir nuevos conocimientos y avanzar en su aprendizaje. Para la mejor comprensión de las lecciones sobre las cosas que eran objeto de enseñanza se recurre a cosas del entorno natural (fauna, flora, entorno geográfico, …) que es más fácil de ser retenido por el niño.

En un pueblo, vivía un anciano llamado Mancodji con su hija llamada Inguéré. Cuando Inguéré, que era la más hermosa del pueblo, tuvo edad para casarse muchos jóvenes y hombres mayores ricos se acercaban hasta la casa del viejo Mancodji para pedir la mano de su hija. Pero el padre era desconfiado y no quería que su querida hija se casara con cualquiera.
Entonces, para poner a prueba a los aspirantes, les dijo que Inguéré se casaría con aquel que fuera capaz de traer un paquete hecho con agua. 

Entonces, todos decían:
– ¿Quién ha visto nunca un paquete hecho con agua?. El viejo Mancodji pide algo imposible. Está claro que este hombre no quiere que su hija se case.

Ante esta dificultad, los pretendientes fueron poco a poco disminuyendo. Pero la noticia corrió a los pueblos vecinos y un día se presentó un joven, llamado Tamari, que venía de otra aldea, y le pidió a Inguéré que se casara con él.. 

Pero Mancodji le dijo:
– Usted ¿sabe que mi hija sólo se casará con quien traiga un paquete de agua?

Pero Tamari, que era muy inteligente le contestó:
– Sí, señor. Y tengo tanto respeto hacia usted que para asegurarme de que nadie le robe el paquete de agua quiero pedirle una cuerda. Así que deme una cuerda hecha con el humo que sale de su pipa y yo lo ataré alrededor del paquete de agua que tengo en mi bolsillo”.

El viejo Mancodji, comenzó a reir y felicitándole por su ingeniosa respuesta le deseó que fuera feliz con su hija.

Este cuento nos muestra que somos capaces de crear magia ante los más grandes obstáculos y desafíos. Para ello, hemos de utilizar nuestros dones  con pasión e ingenio para conseguir sabiamente nuestros propósitos y propiciar que alguien suelte sin miedo sus emociones y le lleve a ser generoso consigo mismo y con los demás.

En este cuento está la enseñanza de la energía del sello del Águila Tzolkin (calendario 13 lunas).

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FUENTES
AUTOR: Anónimo de África

2/2/18

FÁBULA "LA PROFESORA" con vídeo

Una profesora en clase saca de su cartera un billete de 20 euros y lo enseña a sus alumnos a la vez que pregunta:
“¿A quién le gustaría tener este billete?”.
Todos los alumnos levantan la mano.

Entonces la profesora coge el billete y lo arruga, haciéndolo una bola. Incluso lo rasga un poquito en una esquina.
“¿Quién sigue queriéndolo?”.
Todos los alumnos volvieron a levantar la mano.

Finalmente, la profesora tira el billete al suelo y lo pisa repetidamente, diciendo: “¿Aún queréis este billete?”.
Todos los alumnos respondieron que sí.

Entonces la profesora les dijo:
“Espero que de aquí aprendáis una lección importante hoy. Aunque he arrugado el billete, lo he pisado y tirado al suelo… todos habéis querido tener el billete porque su valor no había cambiado, seguían siendo 20 euros.
Muchas veces en la vida te ofenden, hay personas que te rechazan y los acontecimientos te sacuden, dejándote hecho una bola o tirado en el suelo. Sientes que no vales nada, pero recuerda, tu valor no cambiará NUNCA para la gente que realmente te quiere. Incluso en los días en los que sientas que estás en tu peor momento, tu valor sigue siendo el mismo, por muy arrugado que estés”.


Qué los demás desconozcan nuestro valor desde su punto de vista, es una realidad desde la que debemos partir. Sólo es importante contar con lo que creemos de nosotros. Por ello es fundamental que además de conocernos, nos dedapegemos de los comentarios externos que nos rebajan para mantener intacta nuestra energía vital para llegar a transformar con el ejemplo además de a nosotros a quiénes nos rodean para crear una sociedad llena de armonía, respeto y amor. 

En esta fábula  está la enseñanza de la energía del sello del Águila  Tzolkin (calendario 13 lunas).

Desde el Tolzkin en todo este año 2018, estaremos influenciados por la energía de transformación creativa de la noche, sino leíste el cuento de esta energía aquí te dejo el enlace para que lo leas (pincha aquí para leerlo)


Desde mi verdad y con todo mi amor y respeto. 

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FUENTES:
AUTOR: Anónimo 

13/1/18

LEYENDA ESPAÑOLA "LA CRUZ DEL DIABLO DE CUENCA" con vídeo

Cuenta una antigua leyenda que hace mucho, mucho tiempo, vivía en la histórica ciudad de Cuenca un joven muy agraciado, hijo del oidor de la villa. Este muchacho traía a todas las jóvenes de la ciudad de cabeza. Las seducía sin ningún tipo de escrúpulos intentando conseguir de ella todos los favores carnales necesarios para saciar su sed y posteriormente las dejaba tiradas sin ningún tipo de remordimiento. Evidentemente, además de guapo, el joven tenía grandes dotes oratorias, por tanto eran pocas, por no decir ninguna, las féminas que se resistían a sus encantos.


Un día llegó a la ciudad una forastera. Una joven tan bella que tanto hombres como mujeres no podían evitar mirarla cuando paseaba coqueta por las calles. Diana, que así se llamaba, se convirtió en pocas semanas en la sensación, y como no, el joven mujeriego se fijó en ella.

Embelesado por sus más que evidentes encantos, el joven decidió hablar con la doncella para llevársela a su terreno y conseguir una nueva conquista. La mejor de las conquistas, la más codiciada de la ciudad.

Diana, que no era tonta, se dio cuenta de las intenciones del joven. Es por eso que una y otra vez lo rechazaba sin miramiento.

El joven no se daba por vencido. Cada día inventaba nuevas argucias para conquistarla. No obstante el resultado siempre parecía ser una rotunda negativa.

Una mañana, en la víspera de Todos los Santos, cuando el joven había llegado a la cima de la desesperación, recibió una carta de su amada Diana en la que lo citaba en la puerta de la Ermita de las Angustias. En esa carta la joven aseguraba que sería suya en la Noche de los Difuntos en ese mismo lugar.

Esa noche, nuestro galán no podía estar más emocionado. Por fin iba a culminar su tortuoso camino de conquista. Así pues, a pesar de que comenzó a llover y tronar, el joven se presentó rápidamente en el lugar en el que la muchacha lo había citado.

Cuando llegó encontró a Diana vestida con las más hermosas prendas. El joven enloqueció de pasión. Comenzó a besar cada centímetro de su blanca piel hasta que finalmente, preso por la lujuria, intentó arrancar parte de su vestimenta.

Los truenos seguían azotando Cuenca cuando la joven levantó su falda y el joven comenzó a desabrochar sus chapines altos. Justo en ese momento un rayo iluminó la oscura noche y los pies de Diana se convirtieron en pezuñas. El muchacho miró aterrorizado a su amada, la cual se había convertido en el mismísimo Diablo, el cual no cesaba de soltar estrepitosas carcajadas.

El joven salió corriendo gritando hasta que llegó a la cruz que había justo en la puerta de la ermita. Se abrazó a ella esperando que Dios lo salvara de esa bestia. El Diablo lo persiguió y justo en el momento en el que se abrazó a la cruz le propinó un zarpazo que le rozó el hombro y que quedó plasmado en la piedra de la cruz.

Cuando abrió los ojos, el Diablo ya no estaba allí, pero el zarpazo había quedado grabado en la cruz de piedra de la ermita. Un zarpazo que a día de hoy se puede apreciar cuando visitamos esta Ermita de Cuenca.

El relato del vídeo es diferente al texto y sin embargo, me parece muy adecuadas ambas versiones de la Leyenda y como desconozco cual es la real, las pongo para que tu elijas como integras ambas informaciones.




Esta leyenda nos habla que la forma en que vivimos la vida, nos aporta las semillas necesarias para que nos sucedan situaciones para aprender a ver otras realidades que existen y que desconocemos. Es en ese momento en que vemos las orejas a la muerte, o a lo más horrible, cuando despertamos nuestro canal que nos conecta con la divinidad y que nos devuelve la posibilidad de conectarnos con una visión de la vida más sagrada. Activándose la intuición de lo que realmente hemos de vivir en la vida como la partícula divina que somos, sin dejarnos arrastrar por la oscuridad de las emociones sin control.

En este cuento está la enseñanza de la energía del sello del Águila del Tzolkin (calendario 13 lunas).

Desde el Tolzkin en todo este año 2018, estaremos influenciados por la energía de transformación creativa de la noche, sino leíste el cuento de esta energía aquí te dejo el enlace para que lo leas (pincha aquí para leerlo)

Desde mi verdad y con todo mi amor y respeto. 

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FUENTES:
AUTOR: Anónimo

La energía Águila
La energía del Águila Azul representa la visión y la intuición. La capacidad de volar a grandes alturas, para desarrollar una perspectiva clara. Los ojos agudos que perciben la forma, el movimiento y la intención, así piensa, siente y actúa creativamente, hallando caminos y soluciones inesperados.

La mente clara, brillante e intuitiva. Símbolo de la consciencia colectiva del planeta, la intermediario entre Dios y el hombre.
La Visión – La Perspectiva
El Águila vuela a lo más alto y desde ahí tiene la posibilidad de ver lo que pasa adquiriendo una visión y perspectiva más amplia, más global, por eso es el pájaro guardián de todas las tierras Maya, la fuerza que el Corazón del Cielo ha creado a nuestro servicio. Símbolo de la libertad, el mensajero, la suerte, la fortuna, el dinero, el amor y la conciencia global, representa la visión sagrada.

Su visión panorámica te otorga el don de la perspectiva mental, la capacidad de mirar más allá de la realidad existente para comprender lo invisible y lo sutil que se mueve entorno a una situación, para así actuar en consecuencia. Por lo que muestra el camino desde las alturas para favorecer la consciencia de ver las cosas desde los máximos puntos de vista. Cuando sientas que no ves hacia donde vas o lo que está pasando, aléjate, coge perspectiva para comprender que movimientos energéticos te rodean.

Su mirada es amplia, no se circunscribe al momento ni al espacio limitado; es certera, afinada y aguda.

La Observación
Observar es más que mirar, observar es contactar con la energía sustancial, con la esencia del Universo y con la de cada una de sus manifestaciones. Es sentir la majestuosidad de la existencia de cada ser, su razón de ser. Observar el vuelo de las aves, observar el movimiento del agua, observar el paso de los animales, observar el susurro del viento, observar el calor de las piedras…

Observar es sentir con la mente, el corazón y el espíritu. Es abrir nuestro Ser para volver a vivir el origen de la vida y la evolución de la existencia. Observar es sentir, apreciar y respetar cada uno de los pasos hasta llegar al presente, como una manifestación de la esencia del Universo.

Aprende a observar todos aquellos detalles que son importantes, sutiles movimientos a los que no les damos importancia porque nuestra mente está entretenida en cosas mayores o en buscar más allá para poderse hacer una composición de lugar. Lo cercano y aparentemente nimio son muchas veces la clave, la pieza que nos ayuda a ver con claridad lo que estamos viviendo.

La Mente Creativa
La mente Águila es muy aguda y rápida, certera en sus acciones y muy creativa. Su capacidad reside en concretar a través de una imagen, sonido, sensación, o sentimiento con una idea clara u objetivo. Para crear hay que confiar y creer, las dudas reducen el potencial y cierran espacio a la mente, la cual debe estar abierta y receptiva a cualquier cambio o movimiento.

Cerrar la mente es obcecarse para acabar sin visión alguna dando rodeos o sobrevolando una situación que acaba con nuestra paciencia y capacidad de recrear soluciones. Por lo que si no lo tenemos claro, observemos, intuyamos, busquemos otros puntos de vista, otras opiniones, para obtener una nueva perspectiva. La claridad llegará y será momento de actuar, ya que nuestra visión se hará real a través de nuestra mente creativa, capaz de concretar los pasos en nuestra realidad.

La Personalidad Águila
Si tu frecuencia es Águila, eres una persona independiente y con gran capacidad de perspectiva. Idealistas y servidores comprometidos con la consciencia planetaria, para ello buscan la sanación de si mismos para poder ayudar a otros. Desarrollan la visión intuitiva y global creando a todos los niveles, rompiendo con lo establecido para dar solución a cualquier cosa. Buscadores de nuevas experiencias, son intuitivos, visionarios, pacientes, rápidos, mutables y variables. Saben concretar y son tremendamente creativos. Sus tendencias profesionales suelen ir enfocadas a oficios, empresas, negocios y proyectos, generalmente osados y que tengan que ver con ayudar y concienciar.

Un Águila dormida puede ser obsesiva con sus temas, dando vueltas entorno a ellos sin avanzar, más preocupadas tratando de salvar a los demás y de mediar en todas las situaciones que de solucionar y sanar su vida. No es capaz de decir no, no ve por donde salir y se siente encarcelada, perdiendo esa libertad e individualidad que tanto anhela. No le encuentra sentido a nada, entonces se siente inútil y pierde la esperanza. Juzga y critica lo que observa o ve, no cree en su visión y no es capaz de concretar, se queda en las ideas. Soberbias, ambiciosas, críticas y exigentes. Pueden ser muy egoístas y sentirse superiores.

Un día Águila
La energía de un día águila es buena para servir, para ayudar con la visión que tienes dentro, observar nuevos puntos de vista. Es un día especial para ceremonias, pedir buena suerte, atraer las buenas relaciones, pedir abundancia de las cosechas, buenos negocios, amor y creatividad en los actos de la vida. Buen momento para realizar aquello que tienes claro y atraerlo, para intermediar en cualquier cosa y hacer trabajo comunitario.

Busca observar la vida desde una perspectiva diferente, potencia tu intuición y tu visión, observa más atentamente y haz caso de lo que sientes.

24/12/17

CUENTO "La ciudad del otro lado"

Un ermitaño del monasterio de Esceta se aproximó al Abad Teodoro.
      - Sé exactamente cual es el objetivo de la vida. Sé lo que Dios pide al hombre y conozco la mejor manera de servirlo. Y a pesar de eso, soy incapaz de hacer todo lo que debería estar haciendo para servir al Señor.
     El abad Teodoro permaneció un largo tiempo en silencio. Finalmente dijo:
     - Tú sabes que existe una ciudad al otro lado del océano. Pero aún no has encontrado el barco, no has subido tu equipaje y no has atravesado el mar. ¿Por qué estar hablando de ella, o de como debemos caminar por sus calles?
     Saber el objetivo de la vida o conocer la mejor manera de servir al Señor no basta. Pon en práctica lo que estás pensando y el camino se mostrará por sí mismo.

Este cuento nos habla que la vida se vive y experimenta. Qué la teoría esta falta de la sabiduría de la experiencia que nos aporta una nueva realidad, desde nuestros potenciales, soltando lastre para que la energía vital que traemos aporte la transformación de lo que venimos a vivir. 

En esta historia está la enseñanza de la energía del sello del Águila del Tzolkin (calendario 13 lunas).

Desde el Tzolkin en todo este año 2017, estaremos influenciados por la energía de observación de las emociones en todo lo que nos rodea, sino leíste el cuento de esta energía aquí te dejo el enlace para que lo leas (pincha aquí para leerlo)


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FUENTE:
En los comienzos de la era cristiana el monasterio de Esceta llegó a ser el centro de convergencia de mucha gente que después de renunciar a lo que tenían iban a vivir al desierto que rodeaba el monasterio. Muchas de las enseñanzas de estos hombres fueron recogidas y publicadas en diversos libros.

4/12/17

CUENTO "LA MIRADA DEL MOSQUITO"

Te pareces a un mosquito que se cree importante. Al ver una brizna de paja flotando en un charco de orina de cerdo, el mosquito levanta la cabeza y piensa: “Hace mucho tiempo que sueño con el mar y con un barco, ¡y aquí están por fin!”.

Este cuento nos muestra lo importante que es que nuestra forma de ver la vida sea propia en vez de la habitual en el colectivo de la sociedad. De esta manera alcanzamos que nuestras cualidades puedan dar semillas transformadoras orientadas a la comunidad con toda la fuerza creativa para crear la transformación que cada ser necesita en ese instante y confíe en sus capacidades. 

En este cuento está la enseñanza del sello del Águila del Tzolkin.

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FUENTE:
Autor: Yalal Al-Din Rumi

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¡Gracias, gracias, gracias! por el tiempo que me dedicas en mostrarte mi labor, por dedicarte tiempo en amarte y nutrirte, gracias a ello estás aportando un cambio al mundo para vivir en armonía. ¡¡Bendiciones!!

Los creadores de estas obras aquí recopiladas nos han dado un tesoro que perdurará en nuestra memoria y actos. Que nos ayudaran a sembrar semillas de gratitud, alegría y bienestar entre quienes nos rodean. Porque estar alegre nos permite compartir sin mirar con quien. Mirar la vida con los ojos de la alegría y observar sus maravillas.

Gracias por la labor de quienes hicieron posible este aprendizaje, quienes lo comparten y quienes lo utilizan para su crecimiento y el de los demás.

Si encuentras algún material que es de tu propiedad y no puse a quien pertenece, indícamelo que con gusto lo pongo. Así mismo, si deseas que algo de tu propiedad sea retirado por favor, para ambos casos ponte en contacto conmigo en departedemicaela@gmail.com. El respeto es fundamental. Gracias