Lea estaba muy ilusionada con aquel tambor porque le habían dicho que era un tambor mágico y que de él salían las más bellas melodías. Lea se pasaba los días tocando su tambor, pero no lograba sacarle sonido. Cansada de tocar y tocar sin conseguir ningún resultado, Lea estaba tan enfadada con su tambor que no podía tenerlo en su vista y decidió dejarlo abandonado en la calle, pensando que algún niño pobre lo recogería.
Pasaron por allí varios niños y se pusieron a tocarlo, pero al igual que Lea nadie lograba sacarle sonido al tambor.
Estaba llegando ya la noche y entonces pasó por delante del tambor un niño invidente y con su bastón se chocó con el tambor. Nil, así se llamaba aquel niño, era precioso: tenía los ojos grandes, de color miel, y el pelo rubio castaño. Encima de sus labios asomaba un lunar que junto con su sonrisa le otorga una belleza especial. Nil se agachó para coger aquel tambor, se sentó en el suelo, se colocó el tambor entre sus piernas y empezó a tocar:
-TANTARANTÁN,
-TANTARANTÁN,
-TANTARANTÁN.
Pronto acudió una multitud de gente atraída por el fascinante sonido de aquel tambor, incluía Lea que no podía entender como del que fuera su tambor silencioso ahora salían sonidos bellísimos.
-¿Cómo conseguiste sacar sonido a este tambor?
Nil le respondió con firmeza:
-Querida amiga, la magia no está en el tambor sino en ti. Tú no creíste en tu melodía y la buscabas en el exterior, en el tambor, pero has de entender que nadie te devolverá tu ritmo ni tu melodía si no eres capaz de crearla en tu interior.
Entonces Nil recordó las palabras de su madre cuando le decía:
-"Formas parte de mi corazón y de mi alma y mientras viva te ayudaré a caminar a tu lado y, un día volarás para cumplir tus sueños porque creo en ti y sé en mi interior que llegarás muy lejos".
Así Nil creyó en su magia y siguió tocando y tocando día tras día aquel tambor. Le llamaban el pequeño tamborilero y con el tiempo Nil se convirtió en el tamborilero más prestigioso de su país y enseñó a la gente a creer en su magia.
Lea con curiosidad le preguntó un día a Nil:
- ¿Y tú cómo puedes ver el mundo?
Nil le respondió:
-Con los ojos del corazón y la luz de las estrellas.
AUTORA: Carmina Vallverdú del Olmo
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