Hace algún tiempo nació una pequeña oruga que con cierta dificultad se arrastraba por el suelo de un lugar a otro. Hasta que un día, cansada de arrastrarse decidió trepar a un árbol. Pero no a cualquier árbol, eligió trepar a un árbol de gran tronco y hojas llorosas. Bajo el que había jugado, crecido y vivido durante años.
La oruga trepó y trepó, pero resbalaba, caía y no conseguía avanzar. A pesar de ello no cesó en su empeño y paso a paso, poco a poco consiguió subir. Llegó a una rama desde la que podía ver todo el valle. Las vistas eran maravillosas, desde allí podía ver a otros animales, podía contemplar el cielo azul con nubes blancas de algodón y en el horizonte un gran mar pintado de un azul intenso. Desde aquella rama la oruga respiraba paz.
Se quedó inmóvil, observando el mundo que le rodeaba, y sintió que la vida era demasiado hermosa para no transformarse con ella. Estaba cansada y al mismo tiempo agradecida de su vida como oruga, pero sabía que había llegado el momento de convertirse en otro ser.
La oruga se quedó dormida sintiendo una gran paz a su alrededor y pensando que su destino era ser algo más que una simple oruga. Durmió y durmió, haciendo crecer a su alrededor una crisálida, un caparazón que la mantuvo con esa sensación de paz el tiempo suficiente para convertirse en otro ser.
Cuando despertó se sentía atrapada en una coraza pesada que no le permitía moverse. Sintió que en su espalda había crecido algo extraño, con esfuerzo movió lo que parecían unas enormes alas azules y la coraza se rompió. La oruga ya no era una oruga, era una mariposa azul. Sin embargo, la oruga había sido oruga tanto tiempo que no se dio cuenta que ya no lo era.
La mariposa azul bajó por el árbol usando sus pequeña patas, a pesar de que ahora tenía alas. Cargaba con el peso de aquellas grandes alas azules, un peso que poco a poco consumía sus fuerzas. La mariposa azul se movía usando sus patas como había hecho siempre, creía seguir siendo una oruga y seguía viviendo como si lo fuera. Pero sus alas no le permitían moverse sobre el suelo con tanta agilidad como antes.
La mariposa que creía seguir siendo una oruga no entendía por qué su vida se había complicado tanto. Cansada de cargar con el peso de sus alas, decidió volver a la rama en la que se había transformado. Esta vez, al intentar trepar por el árbol, avanzar le resultaba imposible.
Una ráfaga de viento o cualquier otro pequeño imprevisto hacía que retrocediera. La mariposa que creía seguir siendo una oruga se quedó quieta y alzó la vista hacía aquella rama que parecía tan lejana mientras comenzaba a llorar, desesperada. Al oír su llanto se acercó una hermosa y sabía mariposa blanca, se posó sobre una flor y durante un rato observó a la mariposa azul sin decir nada. Cuando su llanto se calmó, la mariposa blanca le dijo:
¿Qué te ocurre?
No puedo trepar hasta esa rama. Algo que antes, aunque con mucha dificultad, sí podía hacer.
Aunque no puedas trepar hasta esa rama… quizás puedas volar hasta ella.
La mariposa azul que creía seguir siendo una oruga miró de forma extraña a la mariposa blanca y a continuación se observó a sí misma y a sus grandes y pesadas alas. Como el día que salió de su coraza, las movió con fuerza y las abrió. Eran tan grandes y hermosas, de un azul tan intenso que la oruga transformada se asustó y las volvió a cerrar rápidamente.
De no usar tus alas estas desgastando tus patas.- Dijo la mariposa blanca alzando el vuelo mientras abría sus sabias alas y se alejaba con elegancia.
La mariposa azul observó asombrada cada movimiento de la mariposa blanca y reflexionó sobre sus palabras. En ese instante comenzó a entender que ya no era una oruga, que quizás aquellas pesadas alas podían ser de utilidad.
Las abrió de nuevo y está vez las mantuvo abiertas, cerró sus ojos y sintió como el viento las acariciaba. Sintió que aquellas alas ahora formaban parte de ella y aceptó que ya no era una oruga, por lo que no podía seguir viviendo como tal, arrastrándose por el suelo.
Abrió sus alas más y más, cada vez era más mariposa y menos oruga, observó el azul hermoso casi mágico de sus alas. Cuando quiso darse cuenta estaba volando, ascendía lentamente hacía aquella rama. Volar era mucho más sencillo que arrastrar sus patas, aunque todavía debía perfeccionar su vuelo. Descubrió que el miedo a volar no había permitido aceptara quién era realmente, una oruga transformada en mariposa azul.
Este cuento nos habla que existe un proceso de vida que nos lleva a transformarnos en aquello que sin saber es parte de nuestro proceso de vida. Somos una energía de puro amor que traemos un mensaje de la divinidad a esta vida para aprender a través de las emociones que podemos transformarnos en lo que queramos, siempre y cuando nos abramos a la transformación constante y la aceptemos experimentando lo que trae.
En este cuento está la enseñanza del sello de la Tormenta del Tzolkin.
Desde mi verdad y con todo mi amor y respeto.
Agradezco que dejes tus observaciones a este cuento, para ello lo puedes hacer más abajo en comentarios.
Puedes recibir un mail con lo que publico, si te suscribes. Para ello, debes ir a donde pone SUSCRIBIRTE POR CORREO ELECTRONICO (arriba a la derecha) verás que hay un espacio para escribir tu correo electrónico y luego pinchas en el botón de SUBMIT. Se te enviará un mail a tu correo electrónico. Por tanto, luego has de ir a mirar tu correo electrónico para aceptar la subcripción al blog y recibir un mail con las publicaciones que realice cada día.
Si te gusta lo que has leído te agradezco que pinches más abajo en un símbolo como este de la derecha, para que el G+1 blanco, se cambie en G+1 rojo. ¡¡Gracias!!
0 comentarios:
Publicar un comentario