– ¡Camarero por favor, venga!
El camarero se acercó y le preguntó:
– ¿Qué desea, señora?
– ¡Deseo que pruebe la sopa!
El camarero, sorprendido, le preguntó a la mujer si el problema era que la sopa estaba insípida. La mujer, enigmática, insistió en su petición.
– ¡No! Quiero que pruebe la sopa.
El camarero, confundido, le dijo a la señora:
– ¿Qué sucede señora? Si es porque no le gusta, ¿quiere que le traiga otro plato?
La mujer seguía insistiendo, enrocada en su engimática proposición.:
– ¡Simplemente quiero que pruebe la sopa!
El camarero, que ya experimentaba una mezcla de sentimientos entre dudas, curiosidad y también cierto malestar por la rotundidad de la mujer, apuró sus últimas opciones preguntando a la mujer si es que la sopa estaba fría.
– Yo si se la tengo que cambiar, se la cambio, señora… Pero por favor, dígame qué le pasa.
– ¡Por favor! ¡Pruebe la sopa si quiere saber qué le pasa!
El camarero, dándose cuenta de que nada podía hacer más que probar la sopa, finalmente se sentó en la silla libre, junto a la mujer, se acercó el plato, levantó su brazo para coger la cuchara y, con cierta sorpresa, exclamó susurrando:
– ¡Pero si no hay cuchara…!
La mujer zanjó la conversación.
– ¿Ves? Falta la cuchara, eso le pasa a la sopa. Que no me la puedo comer.
En este cuento se nos muestra que hemos de evaluar como utilizamos nuestra energía en el día a día, pues hay ocasiones en las que además de malgastarla, se la hacemos malgastar a otras personas que desconocen su desgaste energético en esta situación. Para ello, es fundamental ver como nos comunicamos para que la comunicación sea directa, clara y respetuosa por ti y por los demás. Ser conscientes del tiempo que dedico a cada cosa, me puede dar la oportunidad de tener más energía o de utilizarla dondé y con quien yo quiera.
En este cuento esta la enseñanza del sello de la Serpiente del Tzolkin.
Te agradezco la difusión de este blog y de su contenido entre tus conocidos. ¡Gracias!.
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