Era una época donde las piedras tenían vida y eran las dueñas del planeta. Como no precisaban alimentarse ni vestirse, solo se ocupaban de engordar su ego.
Había un jaspe rojo que se jactaba de conocer la historia de todas sus piedras hermanas, desde la amatista, pasando por el ópalo hasta el bello y duro diamante.
Como también eran tiempos de magia, con cada nuevo aprendizaje dichas piedras tenían la virtud de irse puliendo.
Ese jaspe rojo se miraba reflejado en las aguas del arroyo y notaba que su imagen era áspera y para nada bruñida.
-No entiendo -pensaba-. Vivo trabajando mi piedra bruta y nunca termino de pulirme. ¿Qué pasa conmigo?
En ese momento, pasó cerca suyo un hermoso jaspe rojo, con su superficie totalmente pulida.
Apenas se recobró de su asombro corrió tras él y al alcanzarlo le preguntó:
-¿Cómo lo has conseguido? ¿Cómo has logrado tan bella superficie?
-Querido hermano, no hice nada...
-¡Claro que sí! ¿Qué cosas has estudiado? ¿Qué tipo de geología has aprendido?
-No he estudiado mucho... me dediqué a ayudar a otras hermanas a pulir sus formas.
-Pero, ¿no debes comenzar por ti primero? -preguntó ansiosa la piedra bruta-.
-Aprendí que ayudando a otras hermanas me iba puliendo sola.
-¿Pero has estudiado la historia de todas las piedras del planeta?
-La verdad que no, porque me hubiera restado tiempo de atender a quienes precisaban mi ayuda.
La piedra bruta miró su propio aspecto y le preguntó al bello jaspe pulido:
-¿Cómo me ves? ¿No estoy llena de asperezas?
-Querida hermana, todas nacemos así... solo se trata de pulir algunas aristas, pero yo te veo hermosa.
-¿De verdad? ¿Y qué puedo hacer para verme como tú?
-Ven conmigo. Deja de estudiar tanto y ayúdame a pulir a otras compañeras.
-Pero una vez una antigua piedra madre me dijo que cada una debía encontrar su propio camino...
-Y es correcto, pero eso no significa que no puedas guiarlas a que cada piedra encuentre el suyo.
Y ambos jaspes rojos se marcharon a prestar servicio: la piedra bruta y la piedra pulida.
FUENTE: http://www.grupoelron.org/notas/eljasperojo.html
En este cuento se nos muestra que la ayuda al prójimo nos proporciona sin lugar a dudas la mayor belleza que podemos alcanzar, ya que al darnos a los demás en armonía alcanzamos nuestro máximo explendor. Hemos de elevar nuestra forma de ver la vida, para entender que sin la expansión de la belleza del otro, es imposible que exista la mía y que el trabajo en equipo es fundamental para poder conseguirlo tod@s.
En este cuento esta la enseñanza del sello del Sol del Tzolkin.
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