Hace mucho tiempo, mucho antes de que hubiese reyes o reinos sobre la tierra, un hombre salvaje vivía en un valle. Y en ese valle, el hombre obtenía todo lo que necesitaba para sobrevivir. Con el paso del tiempo, se había adaptado bastante bien a su entorno y así, conocía los árboles con las frutas más dulces, las charcas con los peces más sabrosos y las cuevas con mejor abrigo.El hombre era considerablemente feliz. Se sentía a gusto y llamaba a aquel valle “su hogar”.
Un día, mientras el hombre estaba cómodamente sentado a la entrada de su cueva, escuchó un sonido que no había oído en años: Un sonoro, potente y ronco rugido. Y aquello sólo podía significar una cosa: problemas. “Si las fieras han encontrado la entrada al valle” pensó, “es cuestión de tiempo que este lugar se convierta en un sitio peligroso”.
El hombre miró entonces hacia las montañas que rodeaban el valle. Días atrás un viajero le había dicho que buscaba, entre aquellas montañas (las montañas del sufrimiento, las llamó), otro valle, el Valle de la Dicha, con la hierba más verde y las aguas más limpias. El hombre no le prestó demasiada atención al viajero entonces, y no se lamentó al verlo partir, pero ahora se preguntaba si quizá debería seguir los pasos del viajero y dejar atrás todo lo que conocía y amaba.
El hombre salvaje no sabía qué hacer, de modo que decidió visitar a uno de los sabios de Valle para pedirle consejo: la Sabia Sorda. La Sabia vivía en el valle desde hacía mucho y decían que sabía todo lo que pasaba en el Valle. La Sabia no estaba realmente sorda, pero sólo escuchaba aquellas cosas que quería escuchar, y por eso todos en el Valle la llamaban así. Al llegar a su cueva, el hombre salvaje le contó a la Sabia lo que había pasado y su idea de cruzar las montañas. La Sabia pensó en silencio durante unos momentos y luego dijo:”Yo no he escuchado esos rugidos tuyos. De hecho, creo que lo que tú has oído ha sido el ulular del viento. Además, nunca antes ha pasado nada como lo que me cuentas, con lo que no creo que sea necesario preocuparse en absoluto”. El hombre le dió las gracias a la Sabia por su ayuda y se marchó, pero mientras regresaba a su cueva, el hombre se dijo: “No entiendo su razonamiento. Yo claramente escuché el rugido y, aunque eso no haya pasado nunca antes, está pasando ahora. ¿Significa eso que debo marcharme?”.
Al día siguiente, mientras el hombre salvaje estaba pescando en el río, volvió a escuchar un rugido, más fuerte y duradero que el anterior. Preocupado, decidió visitar al Sabio Ciego para pedirle consejo. El Sabio Ciego era un anciano al que todos respetaban en el Valle. En sus tiempos había sido un hombre de extraordinaria fuerza y mirada aguda, pero eso había sido hacía mucho. Ahora acostumbraba a contar historias de cómo eran las cosas en el valle en los “viejos buenos tiempos”. El Sabio no era realmente ciego, pero sólo veía las cosas como quería verlas, por eso todos los llamaban así. El hombre salvaje le contó al Sabio lo que había oído y su idea de cruzar las montañas. El Sabio meditó durante un buen rato y entonces dijo:” Yo también he oído el rugido y, como tú, creo que hay que hacer algo, pero no me veo sobreviviendo al viaje a través de las montañas, de modo que no creo que tu idea sea una buena opción en absoluto”. El hombre salvaje le agradeció su consejo y se marchó, pero mientras caminaba pensó: “No entiendo su razonamiento. Yo creo que sí podría sobrevivir al viaje a través de las montañas. ¿Significa eso que debo marcharme?”.
A la mañana siguiente, el hombre salvaje estaba recogiendo leña cuando oyó de nuevo un rugido, ahora más fuerte y claro que nunca. El hombre decidió entonces visitar al Sabio Mudo, para solicitar su ayuda. El Sabio no era realmente mudo, pero hablaba muy raras veces porque ocultaba celosamente un secreto: Era el único del Valle que sabía cómo encender Fuego. Gracias a eso todos en el Valle le necesitaban para que prendiese lumbre en los hogares y las familias pudiesen calentarse y cocinar. El hombre salvaje le contó al Sabio todo lo que le había pasado en los últimos días. El Sabio escuchó con gran atención y tras unos instantes le dijo al hombre salvaje: “Yo también he oído el rugido, y creo que podría sobrevivir al viaje, pues aún soy fuerte. Pero no sé si seré capaz de invocar al fuego en ese nuevo Valle del que me hablas. ¿Qué pasará si allí la madera no arde bien? O aún peor ¿y si arde demasiado bien, y cualquiera puede crear un poco de fuego en su propia caverna? Yo dejaría de ser imprescindible. No, tengo demasiado éxito aquí como para comenzar de cero. Creo que no es buena idea hacer el viaje”. El hombre le dio las gracias al Sabio y se fue, preocupado. Mientras caminaba pensaba “Creo que no estoy de acuerdo con el Sabio. Puede que no sepa lo que voy a encontrar en el nuevo Valle, pero sí sé que lo perderé todo si me quedo. ¿Significa eso que debo marcharme?”.
Así, mientras caminaba, inmerso en estos pensamientos, el hombre salvaje llegó a un cruce de caminos y se detuvo. Ya anochecía y pensó, pesaroso: “No sé qué hacer ni qué camino tomar”. Entonces, apenas ocultas entre la maleza, el hombre observó lo que parecían dos pequeñas luces, inmóviles. Inmediatamente sintió cómo el vello de la nuca se le erizaba. El hombre sintió entonces que aquellas luces representaban un peligro, pues comprendió que eran los ojos de un animal que le observaba, amenazante. Los reflejos se acercaron y un enorme tigre emergió silencioso de la maleza, acechándolo. El hombre quedó petrificado. De pronto, se oyó el Rugido, más potente y cercano que nunca, pero procedente de la espalda del hombre, no desde la posición del tigre. El hombre se sobresaltó y pensó que aquello era su fin. Pero inesperadamente, el tigre, al oir el rugido retrocedió de un salto y se zambulló de vuelta a la maleza. El hombre, lentamente y muerto de miedo, se giró para observar a ese depredador que había hecho huir al tigre. Pero lo que se encontró fue al Viajero, descendiendo de un árbol cercano con una sonrisa en su rostro y un cuerno en una de sus manos. “Hola” saludó el Viajero. “¿estás bien? Será mejor que te muevas rápido, antes de que el tigre vuelva”.
El hombre salvaje no podía creer lo que veía. Se fijó en el cuerno, algo más grande de los que había visto usar para imitar sonidos de animales. “¿eras tú el que hace los rugidos? ¿has sido tú todo este tiempo?”, preguntó. “Supongo que sí” dijo el Viajero encogiéndose de hombros. “Este cuerno ha sido muy útil para mantener a raya a las fieras en el valle, y también para alertar a la gente sobre el peligro. Pero no me servirá mucho más tiempo.” Añadió. “Hay demasiadas bestias y es hora de marchar. Pero no puedo hacer el viaje sólo. Te lo vuelvo a proponer ¿Vendrás conmigo?” Le preguntó al hombre salvaje.
El hombre salvaje ya no tenía dudas. Conocía la verdad y la urgencia del cambio. El viajero y él partieron hacia el Valle de la Dicha en aquel mismo momento.
Reflexión:
Hay tres tipos de personas a las que nunca se debe pedir consejo sobre la adopción de un cambio (fundamentalmente porque van a estar en contra): el que niega la evidencia, el que ya no tiene nada que ganar y el que tiene mucho que perder. Por otro lado, no todo el mundo es capaz de identificar con la misma anticipación los síntomas que indican que el cambio es necesario. Por ello es importante escuchar y atender a aquellos que detectan los indicios de los problemas graves. Es bueno escuchar el rugido del tigre. En ese momento aún estamos a tiempo de reaccionar.
En este cuento se nos invita a dejar de enroscarnos siempre con los mismos temas y dejar el pasado atrás, animarnos a cambiar aquellas creencias limitantes que nos impiden seguir con la evolución o nos dificultan el camino. Hoy cambiamos de ropas, nos liberamos, nos alivianamos para poder seguir el viaje más felices.
Fuente del conocimiento de 13 lunas escrito de este color: Tormenta Lunar en facebook. Energía del día de hoy: La Serpiente
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