Era un hombre que había sido encarcelado. A través de un ventanuco enrejado que había en su celda gustaba de mirar al exterior. Todos los días se asomaba al ventanuco, y, cada vez que veía pasar a alguien al otro lado de las rejas, estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido. Un día ya no pudo por menos que preguntar al preso:
-Oye, hombre, ¿a qué vienen todas esas risotadas día tras día?
Y el preso contestó:
-¿Cómo que de qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que hay ahí. ¿No ves que están presos detrás de estas rejas?
Este cuento nos muestra como a veces para vivir una realidad que nos supera, creamos otra realidad mucho mayor que parece una locura para que podamos llevar la situación. Ese optimismo que se genera de dicha locura, nos llevará a liderar nuestra vida de la única manera posible para alcanzar un estado de equilibrio dónde la locura fuera un estado pasajero y necesario para crear otra realidad que no fuera lúgubre.
En este cuento está la enseñanza del sello del Mono del Tzolkin.
Desde mi verdad y con todo mi amor y respeto.
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FUENTE:
Autor: Aviano
