Mulá Nasrudin inició un viaje hacia tierras lejanas, motivo por el cual se consiguió una cimitarra y una lanza. En el camino, un bandido cuya única arma era un bastón, se le echó encima y lo despojó de todas sus pertenencias.
Cuando llegó a la ciudad más próxima, el Mulá contó su desgracia a sus amigos, quienes le preguntaron como habría podido suceder que él, estando armado con una cimitarra y una lanza, no hubiera podido dominar a un ladrón armado con un modesto bastón.
Nasrudín contestó:
- El problema fue precisamente que yo tenía las dos manos ocupadas, una con una cimitarra y la otra con una lanza. ¿Cómo creen ustedes que hubiera podido salir airoso?
Este cuento nos muestra que a veces pensando en un posible ataque nos armamos hasta los dientes y a la hora de la acción, nuestras propias emociones nos mantienen quietos.
Sin embargo, si nos dejamos llevar por ellas, las emociones nos estarán persiguiendo porque nos faltó la templanza de cuestionarnos que cuándo daño a otro estoy yendo en contra de mi naturaleza amorosa.
Lo más importante es saber que disponemos de la libertad necesaria para elegir el camino de la paz (cómo lo hizo Gandhi) o el de la lucha, sabiendo que es nuestra decisión y que viviremos con sus consecuencias toda la vida y a veces son situaciones que en vida nos dan la muerte porque no somos capaces de perdonarnos lo que hicimos y llevamos nuestra lista de por vida.
En este cuento está la enseñanza de la energía del sello de la Luna del Tzolkin (calendario 13 lunas).
Desde mi verdad y con todo mi amor y respeto.
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FUENTE:
Tradición sufi
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