Cuando el marino llegó al hospital, la enfermera le dijo al anciano:
—Su hijo está aquí.
El pobre anciano, sedado por tanta medicina, levantó su brazo tembloroso. El marino tomó su mano y la tuvo entre las suyas por varias horas. De vez en cuando la enfermera le sugería al marino que se tomara un descanso, pero él rehusaba.
Cerca de la madrugada, el anciano falleció. Luego que murió, el marino le preguntó a la enfermera:
—¿Quién era ese hombre?
La enfermera le dijo,
—¿No era ese su padre?
—No —dijo el marino— pero vi que se estaba muriendo y en ese momento él necesitaba a un hijo desesperadamente y por eso me quedé.
Este
cuento nos recuerda que todos podemos ser familia, cuando nos apoyamos y ayudamos en los momentos más difíciles con espontaneidad y transparencia entregando nuestro amor sin condiciones para acompañar el tránsito de una vida a otra y en ese momento dejar atrás el miedo a la muerte.
En este cuento está la enseñanza del sello de la Perro del Tzolkin.
En este cuento está la enseñanza del sello de la Perro del Tzolkin.
Desde mi verdad y con todo mi amor y respeto.
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FUENTE:
Autor: Desconocido
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