Hace muchos años atrás, en una aldea en Japón vivía una pareja muy pobre de ancianos.
Un día el hombre salió a caminar por los campos se encontró con una grulla que había dejado una de sus patas atascada contra una piedra. Si bien el anciano estaba hambriento, sintió pena por el animal atrapado. Decidió soltarla y dejarla ir.
Al volver a su hogar por la noche, el anciano comentó a su mujer sobre lo que ocurrió, y ella lo apoyó en su decisión de salvar a la grulla. Terminada la charla, inesperadamente alguien tocó la puerta. Al abrir, el anciano se encontró con una chica que dijo estar perdida y pidió pasar la noche con ellos.
Luego de una conversación los ancianos notaron que la chica no tenía una familia, dinero, ni casa por lo que le propusieron que se quede a vivir con ellos tal y como si fuera su hija. ¡La chica se puso muy contenta! un rato más tarde y ya habiendo terminado la charla, todos se fueron a dormir muy contentos.
A la mañana siguiente la chica se levantó temprano para prepararle el desayuno a los ancianos, pero no encontró comida alguna. En ese momento, vió un telar mecánico en la habitación de al lado y empezó a usarlo. Para cuando los ancianos despertaron, la chica pudo entregarles una hermosa pieza de tela. Les pidió que la vendan y con el dinero compren lo que necesitan.
El anciano vendió la tela y recibió mucho dinero, compró lo necesario para vivir además de un peine muy bonito para la chica, quien ya era su hija. Esa misma noche la chica decidió quedarse trabajando hasta tarde para seguir haciendo telas y entregandoselas a los ancianos, pero les pidió por favor que no entren a la habitación del telar mientras ella trabajaba. Sin entender demasiado la situación, los ancianos prometieron no hacerlo.
Pasaron los meses y la chica tejía cada noche una nueva pieza de tela, la cual los ancianos vendían, pero cada día se ponía más delgada y no tenía ánimo por lo que éstos se empezaron a preocupar mucho por la salud de su hija.
Una noche, el anciano no aguanto más y fué a verla al telar rompiendo su promesa. Miró a través de la puerta que estaba entreabierta y para su sorpresa vió a una grulla trabajando en el lugar. La grulla utilizaba su pico para quitarse plumas, las cuales las utilizaba para decorar las hermosas piezas de tela que hacía. Esta al darse cuenta que estaba siendo observada y se disfrazó nuevamente de mujer.
La chica abrió la puerta y se dirigió al anciano: “Yo soy aquella grulla que usted salvó hace meses. Quise devolverle el favor y para ello se me dió la oportunidad de convertirme en un ser humano por una sóla vez y venir aquí, pero ya no puedo permanecer con ustedes. Deseaba convertirme en su hija para siempre”.
La chica Volvió a tomar su apariencia de grulla y levantó vuelo. El anciano pensó: “Perdóname. ¡No nos olvides!” y le lanzó el peine que le había comprado. La grulla lo agarró y se fue volando.
En este cuento se nos muestra como la solidaridad de un hombre siempre tiene recompensa. Saber apreciar la presencia divina en cada animal nos habla de nuestra sabiduría y generosidad asumiendo el desafío que si para dar de comer al cuerpo se corrompe el alma, es cuando el alma pierde su esencia y deja de ser su mejor versión y deja de aportarla en su vida.
En este cuento está la enseñanza de la energía del sello de la Tierra del Tzolkin (calendario 13 lunas).
Desde el Tolzkin en todo este año 2018, estaremos influenciados por la energía de transformación creativa de la noche, sino leíste el cuento de esta energía aquí te dejo el enlace para que lo leas (pincha aquí para leerlo)
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FUENTES
AUTOR: Anónimo
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