Cierto día el califa Harun al Raschid organizó un gran banquete en el salón principal de palacio.
Las paredes y el cielo raso brillaban por el oro y las piedras preciosas con las que estaban adornados. Y la gran mesa estaba decorada con exóticas plantas y flores. Allí estaban los hombres más nobles de toda Persia y Arabia. También estaban presentes como invitados muchos hombres sabios, poetas y músicos.
Después de un buen tiempo de transcurrida la fiesta, el califa se dirigió al poeta y le dijo:
* Oh, príncipe hacedor de hermosos poemas, muéstranos tu habilidad, describe en versos este alegre y glorioso banquete.
El poeta se puso de pie y empezó con estas palabras:
- ¡Salud!, oh califa, y goza bajo el abrigo de vuestro extraordinario palacio.
* Buena introducción -dijo Raschid-. Pero permítenos escuchar más de tu discurso.
El poeta prosiguió:
-Y que en cada nuevo amanecer te llegue también una nueva alegría. Que cada atardecer veas que todos tus deseos fueron realizados.
* ¡Bien, bien! Sigue pues con tu poema.
El poeta se inclinó ligeramente en señal de agradecimiento por tan deferentes palabras del califa y prosiguió:
- ¡Pero cuando la hora de la muerte llegue, oh mi califa, entonces, aprenderás que todas las delicias de la vida no fueron más que efímeros momentos, como una puesta de sol.
Los ojos del califa se llenaron de lágrimas, y la emoción ahogó sus palabras. Cubrió su rostro con las manos y empezó a sollozar.
Luego, uno de los oficiales que estaba sentado cerca del poeta alzó la voz:
- ¡Alto! El califa quiso que lo alegraran con cosas placenteras, y tú le estás llenando la cabeza con cosas muy tristes.
* Deja al poeta solo –dijo Raschid-. Él ha sigo capaz de ver la ceguera que hay en mí y trata de hacer que yo abra los ojos.
En este cuento nos habla que quién escucha de corazón recibe sanación en aquello para lo que está preparado para entender y hacer cambios.
Quién está en contacto con el mundo de las artes creativas tiene más posibilidad de contener la sabiduría divina y poder así alcanzar a transmitir la información con respeto y amor para que quien lo reciba lo vea como algo enriquecedor y tenga la capacidad de sanar.
Cuando miramos la enfermedad como un aviso de que algo hemos de corregir en el camino que elegimos, el libre albedrío nos permite estar más presentes para conectar con la sabiduría del corazón gracias a la observación de las pistas que nos llegan en este caso con el poeta para darnos toda la fuerza para asumir la situación y coger las riendas de nuestra vida y sus consecuencias.
En este cuento está la enseñanza del sello de la Mano del Tzolkin.
Desde mi verdad y con todo mi amor y respeto.
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FUENTE:
Autor: James Baldwin
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