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PARA TU INTERES

1/9/17

LA NIÑA QUE VEÍA EL MUNDO CON LOS OJOS DE DIOS

Había una vez una mujer que era diferente a la mayoría de gente con la que se relacionaba. Veía el mundo como los niños, con curiosidad, alegría, pureza y bondad. Pero su sensibilidad y su buen humor no eran bienvenidos por aquellas personas que con el paso de los años se habían creado corazas y se habían alejado de su corazón.
Saira, así se llamaba aquella mujer, tenía el cabello largo y moreno y unos ojos grandes que hablaban por sí solos. Saira despertaba envidia entre la gente porqué su alegría y su sonrisa molestaban a aquellos que no se habían dado el permiso de ser felices.                                 Saira se sentía ignorada y tratada injustamente. Le dolía saber que la criticaban a sus espaldas. Llegó  un día en que Saira sentía rabia e indignación por como la trataban y quería expresar toda su frustración de malas maneras. Entonces se le apareció una niña y le dijo:
- Hermosa mujer, de nada te sirve ponerte a la altura de quienes te critican y rechazan. Cada persona es fruto de su educación, de todo lo que ha vivido y si lo entendemos así sólo podremos sentir compasión por quienes tienen una visión estrecha de la vida y de las personas y no aceptan la diferencia. La diferencia es una amenaza al sistema de creencias de  cada uno.
Saira que la escuchaba con atención le preguntó:
-¿Y cómo debo de actuar?
La niña le respondió:
- Si aprendes a mirar el mundo y las personas con los ojos de Dios podrás actuar desde la  compasión y el Amor fraternal.
Entonces Saira se puso las gafas de Dios y pudo ver en cada persona que le  criticaba su dolor enquistado, sus heridas más profundas, su falta de libertad interior, su carencia de Amor...
Todo eso era lo que esas personas proyectaban en Saira,  y todo lo que no aceptaban de ella era aquello que ellos no se daban el permiso de vivir.
Desde los ojos de Dios Saira se acercó a toda la gente que la rechazaba y criticaba y les dijo:
- Ahora veo vuestro dolor y entiendo como mi alegría os duele.
En aquel momento Saira cogió  su alegría y la fue repartiendo trocito a trocito a todos diciendo:
- Mi alegría es vuestra alegría y vuestro dolor es mi dolor.

FUENTE: Carmina Vallverdú del Olmo en Facebook

En este cuento se nos invita a ser fuertes para que siempre veamos en aquellas personas aquello que ell@s mism@s no ven. Para nutrir sólo hace falta un corazón lleno de amor y el mundo para entregarlo y no tienen porque saber lo que les das.

En este cuento esta la enseñanza del sello de la Dragón del Tzolkin.

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