El muchacho cruzó el desierto y llegó finalmente al monasterio de Esceta, cerca de Alejandría. Allí pidió para asistir a una de las conferencias del abad, y le dieron permiso.
Aquella tarde el abad disertó sobre la importancia del trabajo en la labranza.Al terminar, el chico dijo a uno de los monjes:
- Estoy muy impresionado. Pensé que iba a encontrar un sermón iluminado sobre las virtudes y los pecados, y el abad solo habló de tomates, irrigación y cosas así. Allí de donde yo vengo todos creen que Dios es misericordia y que basta rezar.
El monje sonrió y respondió:
- Aquí nosotros creemos que Dios ya hizo su parte, y ahora nos corresponde a nosotros continuar el proceso.
En este cuento se nos habla que Dios nos da un cuerpo con unas cualidades para que en la vida nos cuestionemos que tipo de vida llevamos para cuidar nuestro cuerpo cómo santuario divino que es.
Si me encuentro consciente de mis acciones, escucharé a mi cuerpo y podré llegar a labrar un cuerpo longevo lleno de sabiduría, alegría y salud.
En este cuento esta la enseñanza del sello de la Mano del Tzolkin.
Desde mi verdad y con todo mi amor y respeto.
Agradezco que dejes tus observaciones a este cuento, para ello lo puedes hacer más abajo en comentarios.
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