Érase una vez una posada llamada “La Estrella de Plata”.
Su dueño hacía todo cuanto podía por su clientela. Se esforzaba por hacer de su posada un lugar confortable, por atender cordialmente a los clientes y cobrar precios razonables. Sin embargo, el dinero no alcanzaba.
Desesperado, acudió a un sabio. Éste, tras escuchar su sincera preocupación, le dijo:
– La forma en que puedes revertir esta situación es muy sencilla. Cámbiale el nombre a la posada.
– ¡Imposible! – dijo el posadero. ¡Se ha llamado “La Estrella de Plata” durante generaciones, y así la conoce todo el país!
El sabio continuó diciendo:
– A partir de ahora debes llamarla “Las Cinco Campanas”.
– ¿Las cinco campanas? -preguntó sorprendido el dueño. ¿Qué clase de nombre es ese?
El sabio prosiguió con sus instrucciones:
– Debes, además, colgar seis campanas en la entrada.
– ¿Seis campanas? ¡Eso es absurdo! ¿Para qué va a servir?
El sabio no dijo nada más.
Eran tan pobres y débiles las esperanzas que tenía, que el posadero decidió hacer exactamente lo pedido por el sabio.
Y esto fue lo que sucedió…
No había ningún viajero que, al pasar por delante de la posada, resistiera la tentación de hacer notar el terrible error que el dueño de la posada había cometido. ¡Llamar a un lugar “Las Cinco Campanas” y colgar seis en la entrada era una garrafal equivocación que no podía pasarse por alto!
Una vez que el viajero ingresaba al lugar, quedaba tan impresionado por la cordialidad, calidez y esmerado servicio, que decidía alojarse en la posada.
Y así fue cómo con el tiempo, el dueño consiguió saldar todas sus deudas y ahorrar una pequeña fortuna, recordando siempre que no hay nada que le brinde tanto placer al ego como corregir los errores de los demás.
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En este cuento se nos invita a darnos cuenta de que cuando cuestionamos aquello que nos rodea, hemos de ver que suele ir asociada una emoción. Esta emoción puede ser para aprender de aquello que nos surge para crecer o para engordar a nuestro ego y alejarnos de nuestra esencia para hacer más grande nuestra desconexión.
Si al querer conseguir un objetivo claro, conectamos con nuestra sabiduría interna, por muy rocambolesca que nos parezca la solución, hemos de ser fieles a nuestro saber interno.
En este cuento esta la enseñanza del arquetipo del Humano del Tzolkin.
Si al querer conseguir un objetivo claro, conectamos con nuestra sabiduría interna, por muy rocambolesca que nos parezca la solución, hemos de ser fieles a nuestro saber interno.
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Imparte "La Chamana de la Risa" Micaela Barrasa García
Para conocer más sobre mi formación y quien soy
Los
creadores de estas obras aquí recopiladas nos han dado un tesoro que
perdurará en nuestra memoria y actos. Que nos ayudaran a sembrar
semillas de gratitud, alegría y bienestar entre quienes nos rodean.
Porque estar alegre nos permite compartir sin mirar con quien. Mirar la vida con los ojos de la alegría y observar sus maravillas.
Gracias
por la labor de quienes hicieron posible este aprendizaje, quienes lo
comparten y quienes lo utilizan para su crecimiento y el de los demás.
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