Érase una vez un fino letrado chino, adepto del ch’an, llamado Wang-Tze-Fu, al que le gustaba citar ante sus estudiantes la fórmula bien conocida de Lao-Tse “En vez de dar un pez a un hombre hambriento, enséñale a pescar”. Desarrollaba ese pensamiento con elocuencia:
– ¿Lo veis? – decía a sus oyentes -, cuando hayáis dado diez veces un pez a un desgraciado que se muere de hambre, si a la undécima no le dais nada se morirá. Pero, si le habéis enseñado a pescar, sobrevivirá y además le habréis devuelto la dignidad.
Huo-Huan era novicio y estudiaba el ch’an con el fino letrado. Escuchaba con devoción lo que decía el maestro, y cada una de sus palabras eran sagradas para él. Un día encontró a la orilla de un río un miserable que se moría de hambre. Se abstuvo de ofrecerle uno de los peces que acababa de pescar. Se puso a explicarle al indigente, siguiendo en eso las lecciones de su honorable maestro, como se pescaba. Le enseño con muchos detalles el modo de cortar una caña de pescar, en una madera ni demasiado dura ni demasiado blanda, cómo preparar el sedal y cómo utilizar el anzuelo y lanzarlo hábilmente. Mientras estaba enseñándole a cavar la tierra para recoger gusanos, el hombre se murió tontamente.
– ¿Lo veis? – decía a sus oyentes -, cuando hayáis dado diez veces un pez a un desgraciado que se muere de hambre, si a la undécima no le dais nada se morirá. Pero, si le habéis enseñado a pescar, sobrevivirá y además le habréis devuelto la dignidad.
Huo-Huan era novicio y estudiaba el ch’an con el fino letrado. Escuchaba con devoción lo que decía el maestro, y cada una de sus palabras eran sagradas para él. Un día encontró a la orilla de un río un miserable que se moría de hambre. Se abstuvo de ofrecerle uno de los peces que acababa de pescar. Se puso a explicarle al indigente, siguiendo en eso las lecciones de su honorable maestro, como se pescaba. Le enseño con muchos detalles el modo de cortar una caña de pescar, en una madera ni demasiado dura ni demasiado blanda, cómo preparar el sedal y cómo utilizar el anzuelo y lanzarlo hábilmente. Mientras estaba enseñándole a cavar la tierra para recoger gusanos, el hombre se murió tontamente.
En
este cuento se nos invita a saber valorar las dificultades de las personas. A entender que no siempre todo el mundo esta preparado para hacer el cambio que nosotros pensamos que han de hacer. Entender que las crisis de cada uno son personales y que la ayudan que piden es la que son capaces de asumir. Esta en nosotr@s saber escuchar para darle ambas aportaciones o sólo la que ellos nos piden sin juzgar y permitir que su crisis engorde hasta que vea la luz al final de la oscuridad.
Este cuento esta asociación a la energía de la Tormenta del Sincronario 13 lunas maya galáctico.
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Los
creadores de estas obras aquí recopiladas nos han dado un tesoro que
perdurará en nuestra memoria y actos. Que nos ayudaran a sembrar
semillas de gratitud, alegría y bienestar entre quienes nos rodean.
Porque estar alegre nos permite compartir sin mirar con quien. Mirar la vida con los ojos de la alegría y observar sus maravillas.
Gracias
por la labor de quienes hicieron posible este aprendizaje, quienes lo
comparten y quienes lo utilizan para su crecimiento y el de los demás.
Gracias
por dedicaros vuestro tiempo en amaros y nutriros, gracias a ello
estáis aportando un cambio al mundo para vivir en armonía.
Infórmate de como te puedo guiar con mi trabajo con la risa:
* Clases semanales en el Parque del Retiro
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públicos. Donde aprendemos a través del juego desde el adulto que somos y
donde los valores son más importantes que ganar o perder
Blog: yogadelarisamadrid.blogspot.com
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Imparte "La Chamana de la Risa" Micaela Barrasa García
Para conocer más sobre mi formación y quien soy
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